26 d’agost del 2013

Blanco muerto



Si no somos nada, entonces somos algo, por pequeño e insignificante que sea. Y si somos algo, somos capaces de cambiar nuestro entorno, insisto, aunque sean cambios pequeños. Pero ¿Y si perdemos tal capacidad de producir cambios? ¿Qué somos entonces, aparte de nada?
            El pitido de la máquina que indica que aún sigo vivo me despierta. Es odioso. Abro los ojos y veo la asquerosa pared de color blanco muerto (¡Blanco muerto! ¡En un lugar donde pretenden salvar vidas!) con sus inamovibles manchas con formas cambiantes, a elección del observador. Con un leve movimiento de cabeza veo a mamá. Ya ha vuelto a quedarse a dormir, y eso que le insistí repetidamente que no se quedara. Al final se le pegará a ella también ese blanco tan horrendo. Moviendo la cabeza hacia el otro lado intento pedir el desayuno, pero es en vano. Da igual. Tampoco tengo hambre. Y para lo que me va a servir… Intento dormir un poco más hasta que mamá despierte. Misión imposible. ¡El maldito pitido! Ojalá lo apaguen ya. Ojalá. Como dijo aquel autor barroco de quien siempre olvido el nombre, “los sueños, sueños son”.
            A menudo, por no decir cuarenta millones de veces al día, recuerdo con fatídica y desagradable precisión el día del acci… Ni hablar. Basta. Estoy harto. No gue culpa mía, ¿Verdad? Pues olvídate, maldito idiota.
            ¡Clac! Se abre la puerta y entra el enfermero. Perfecto, lo que faltaba. Ahora despertará a mi madre y empezará a dar la brasa. No sé si es mi día de suerte o qué, pero ella no se levanta. Toni, el enfermero, me cambia el suero y me enchufa una bolsa de alimento, para luego cambiar la bolsa de mis restos, con su habitual sonrisa torcida y placentera. Qué asco me da ese hombre.
-          - Bonito día, ¿Eh? - Susurra mientras levanta la persiana para que justo me dé a los ojos la luz del sol. Qué simpático, él.
-          - Vete a la mierda – No me molesto en mirarle.
El pesado este al fin se va, y yo cierro los ojos o me quedo ciego. Lo que me faltaba: ¡Quedarme ciego! Aunque bueno, para lo que tengo que ver… Aún así no sería agradable. Nadie en su sano juicio quisiera ser ciego. Aunque no soy el mejor para decir nada de sano juicio ni querer ser ciego. Al fin y al cabo, estoy esperando mi inyección, mi libertad, desde hace muchos meses ya. ¿Quién es el loco aquí? Ya nadie lo sabe. Ya mí, poco me importa. En el mundo onírico, constante y eterno, a nadie tampoco le importa.